La piscina azul está en calma.
Pero no hay en calma dentro nadie.
Los reflejos de la luz en los azulejos,
grandes ventanales, jaula de cristal.
En el profundo y calmado azul,
vienen a llorar y a hundirse,
algunas de las almas más tristes
de la ciudad.
Entre ellas, el pobre niño chino,
se columpia en gomaespuma,
y observa las burbujas
en las que se rompe el agua.
El chico que camina,
hundiéndose en la piscina
contempla con ojos cerrados el Sol.
Grandes ventanales, jaula de cristal.
Tiene un aspecto tan bíblico,
tan dolorosamente religioso.
Una mujer sentada en el vestuario,
esperando desde que yo llegué.
Bajo el secador observo como nos mira,
con molesto deseo, nuestros gestos.
Cuando traen a su hija envuelta en una toalla,
comprendo su mirada , carcasa de nubes,
su gris, su fatiga, que ahora necesita
cambiar por sonrisa en presencia de la niña.
Grandes ventanales, jaula de cristal.
Sumergidos en la pena, nada el esperpento,
de una sociedad. Ocultos en el agua,
disfrutan y al Mundo le da igual.
Grandes ventanales, jaula de cristal.
La ira se sepulta, bajo toneladas
de azul y cloro. Lloramos todos,
sin saber qué, lloramos al nadar.
Sincronía de lamentos, de fatiga,
de un común malestar.
Hemos venido a rezar este domingo.
Grandes ventanales. Jaula de cristal.